Kati Horna, la memoria perdida
Actualizado: 17 dic 2021
“Aristócrata por herencia, anarquista por convicción, seductora por naturaleza y vagabunda por vocación, es una combinación que lleva implícita la nostalgia de lo perdido y el asombro de lo encontrado”, José Luis Díaz.

Kati Horna, en el estudio de József Pécsi en Budapest, en un retrato sin fechar atribuido a Robert Capa.
Kati Horna (Szilasbalhás, Hungría, 19 de mayo de 1912-Ciudad de México, 19 de octubre de 2000), nació como Kati Deutsch en el seno de una familia judía.
En 1931 se trasladó a Berlín para estudiar fotografía. Allí se relacionó con el grupo de Bertold Brecht y con el Bauhaus, al tiempo que trabajaba como obrera en una empresa de fuegos artificiales. En aquel entonces, Alemania era el país dónde trabajaban los primeros grandes reporteros fotográficos con la República de Weimar. Este ambiente terminó con la llegada de Hitler al poder, dónde Horna tuvo que exiliarse y regresó a Budapest en junio de 1933. En ese momento su madre decidió financiarle un curso en el taller del fotógrafo Jósef Pécsi, su maestro. En esta etapa adquirió su primera Rolleiflex.
Ese mismo año, se trasladó a Paris, donde completó su formación y realizó varios reportajes para la agencia francesa Agence Photo. Además trabajó retocando fotografías de moda y fotos fijas para cine. De esta época son sus famosos trabajos titulados “El mercado de las pulgas” (1933) y “Reportaje de los cafés de París” (1934). Fué en París donde conoció y fué pareja de Robert Capa, cuyo nombre entonces era Endre Friedmann.
“Hay mucho mito sobre la relación entre ambos. Yo creo que no tuvieron ningún amorío, había una gran amistad y un punto de vista muy distinto de estar en la vida. Mi mamá contaba que llegaba con Capa al elegante hotel donde residía en la guerra de España y le pedía fruta para sus compañeros”, Norah Horna.
Cada vez más comprometida con los ideales anarquistas, en 1937 viajó a España, adentrándose en el fotoperiodismo de guerra, siguiendo los pasos de sus amigos Weisz y Capa, para realizar un reportaje propagandístico del movimiento libertario.
En Barcelona trabajó para distintas publicaciones republicanas: “Tierra y libertad”, “Tiempos nuevos” y “Mujeres libres”, así como redactora en la revista “Umbral: semanario de la Nueva Era”. Fué aquí donde conoció al pintor y escultor José Horna, quien pronto se haría su marido y de quien tomaría el apellido.

Autorretrato de Kati y José Horna, en la Ciudad Universitaria de México, hacia 1950 © Kati Horna

Paraguas, Barcelona, España, 1937 © Kati Horna
En 1983 vendió al Estado español los 270 negativos que pudo llevarse consigo en una pequeña caja de hojala durante su huida a Francia, junto con su con marido. La venta se realizó por dos millones de pesetas y se conservan en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. El resto de su obra desapareció en el año 1939, cuando el sindicato anarquista los sacó de Barcelona y tras un largo viaje (con paradas en París, Harrogate y Oxford), llegaron en 1947 a el Instituto Internacional de Historia Social (IIHS), en Ámsterdam, creado en 1936 para proteger las colecciones de archivos en peligro, ante el surgimiento de regímenes autoritarios en Europa.

Tres niños delante de un palacio convertido en escuela, en 1937 © Kati Horna

Un grupo de transeúntes acompañan a un muñeco que caricaturiza a Franco, en 1937 en la Plaza de Catalunya de Barcelona © Kati Horna
Sobre el arriesgado viaje de su obra hasta llegar a Ámsterdam, Henk Wals, director general del IIHS, explica que los materiales no fueron enviados directamente, porque temían que la contienda llegara a Holanda, aunque los Países Bajos declararon su neutralidad al principio de la Segunda Guerra Mundial, lo que no impidió su invasión por los nazis en 1940.
En el año 2016, este tesoro fue hallado por la historiadora del arte Almudena Rubio en 48 cajas de madera que contenían los archivos de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). En las cajas se encontraron más de 500 negativos tomadas por la fotógrafa, tanto en el frente como en la retaguardia, desde su llegada a Barcelona a los 24 años en enero de 1937 hasta su traslado a Valencia en julio de 1938.

Carnet de la Oficina de Propaganda Exterior de Kati Horna (Catalina Partos) de 1937 que la acredita como fotógrafa de la CNT-FAI.
Tras siete meses trabajando para las oficinas de propaganda publicó "España? Un libro de imágenes sobre cuentos y calumnias fascistas: el álbum de propaganda antifascista". Recorrió con su Rolleiflex los frentes de Aragón, Valencia, Xàtiva, Gandia, Silla, Vélez Rubio, Alcázar de San Juan, Barcelona y Madrid. Retrató a varios dirigentes de la FAI, a la célebre anarquista Emma Goldman o a los milicianos de la División Ascaso cerca del bosque Carrascal.

Mujer dando el pecho a su hijo en Vélez Rubio, en 1937. Centro documental de la memoria histórica. La foto fue la portada del número 12 de la revista anarquista Umbral e ilustraba un reportaje titulado La maternidad bajo el signo de la Revolución © Kati Horna
“Retrata constantemente a aldeanos y aldeanas, a niños y a niñas. En mi opinión, Horna iba más allá: buscaba la expresión, el relato. Los negativos de Ámsterdam no nos desvelan a una nueva Horna, aunque sí encontramos series desconocidas hasta ahora, como los funerales de los anarquistas Berneri y Barbieri”, Almudena Rubio.

Funeral de los anarquistas Berneri y Barbieri, en Barcelona,1937 © Kati Horna
Su reportaje se distingue de otras coberturas de la guerra por marcar las distancias con el ensalzamiento heroico de la batalla para tender la mano a la población civil, donde se refleja la miseria, el desconsuelo, el miedo; pero también la lucha cotidiana de las familias. Y, de vez en cuando, aparece la sonrisa de un niño o un baile popular que recuerdan que, pese a todo, la vida sigue. Prefirió la cualidad de lo auténtico a la noticia.
Escenas de mercado © Kati Horna

Campesino aragonés © Kati Horna
“Su trabajo estaba al servicio de una ideología y cumplía con una labor de propaganda que fue cambiando según evolucionó la guerra. Trabajaba día y noche”. Sus imágenes también se emplearon para responder a una campaña de difamación lanzada por Franco contra los antifascistas. “Es una fotógrafa militante, no una artista”, Almudena Rubio.

Escenas en un centro de acogida en Vélez-Rubio, 1937 © Kati Horna
En París, sin papeles y sin suficiente dinero, huyeron de nuevo con la cámara al hombro, los negativos en la maleta y la poca ropa que pudieron meter. Kati y José Horna llegan al puerto de Veracruz, México, en octubre de 1939 y se trasladan a la Ciudad de México. Lázaro Cárdenas acogió entre 20 y 25 mil refugiados españoles, muchos de ellos intelectuales y científicos. Kati Horna se convirtió en una más. Se instaló en la Ciudad de México hasta el día de su muerte, tal vez cansada de huir.
De este período es curiosa y valiente la serie que desarrolló titulada “Hitler Eye”, que consiste en imágenes de un huevo parodiando a Hitler donde podemos apreciar ya su acercamiento al surrealismo.

Serie Hitler Eye, parodia a Hitler creada con Wolfang Burger
En México mantuvo una gran amistad con las pintoras surrealistas Remedios Varo y Leonora Carrington y sería de gran relevancia, no sólo para su vida en México, sino para su obra.
Además, fue profesora en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (1973-1999) y de la Universidad Iberoamericana y realizó a lo largo de los años multitud de reportajes que le dieron una merecida fama, principalmente con trabajos vinculados al surrealismo.
“La cámara no es un obstáculo, es uno mismo”, Kati Horna

Serie 'Oda de la necrofilia', 1962 © Kati Horna

Fetiche S.NOB núm. 1, 1962 © Kati Horna

Sin titulo, serie Oda a la necrofilia, Ciudad de México, 1962 © Kati Horna

Mujer y mascara, Ciudad de Mexico, 1963 © Kati Horna